viernes, 16 de julio de 2010

Estado de cosas. Sobre crisis, entretenimiento y ciudadanía

Recientemente los países del G-20 se reunieron en Toronto (Canadá) para no adoptar, naturalmente, ni una sola medida sobre el sistema financiero, ni sobre el cambio climático, ni sobre nada (aunque sí se repartieron, como ya es costumbre, unos cuantos y enérgicos mandobles policiales entre los pacíficos manifestantes antiglobalización).


Mientras los mandatarios del G-20 fingen debatir sobre el futuro del mundo, continúa la sangrienta escabechina en Irak, Afganistán, Pakistán o Palestina, y la hambruna y la miseria crónicas en los lugares de siempre; paralelamente, seguimos destruyendo el planeta (agua, tierra, aire, vida) que deben heredar nuestros hijos, y levantando muros reales o virtuales de odio y discriminación; a la vez, vemos como se van descafeinando nuestras democracias, y se degradan las conquistas populares y sindicales habidas desde la Revolución Francesa...


Y, en fin, contemplamos impertérritos esta brutal crisis económica, que unos pocos han creado y otros muchos padecemos, y que es también una monumental crisis de valores éticos y cívicos.


Dejando a un lado la realidad internacional para ceñirnos a nuestro país, tampoco es fácil encontrar un hueco para el optimismo. Según le apetezca a los medios de comunicación (casi todos ultraconservadores o neoliberales, salvo dignas y contadas excepciones) hoy se hablará del burka, de los crucifijos, de la reforma laboral, de los homosexuales, del Estatut, del aborto, de las próximas visitas papales, de Cuba, del paro, de la inmigración, de la violencia de género.,… todo ello desde un punto de vista reaccionario, cuando no abiertamente inquisitorial.


Más difícil resulta encontrar en los medios trabajos serios de investigación sobre el sistema financiero o sobre la corrupción política, por ejemplo. Tal vez porque, llegados a este punto, ya se considere normal que una parte de la clase política, llevada por la ambición, se deje manipular por los poderes empresariales y financieros. Y quizás porque de la usura parasitaria de la banca no es necesario hablar: forma parte de su propia naturaleza, como les ocurre a algunos insectos y arácnidos (las garrapatas, por ejemplo). La ciencia distinguiría entre políticos corruptos y banqueros, hablando de la avaricia adquirida y la congénita.


Pero no todo van a ser malas noticias. España conquista los más elevados honores futbolísticos y la bandera, tanto tiempo en manos de la ultraderecha, vuelve a ser patrimonio de muchos, a la vista de las calles y los balcones patrios. Millones de trabajadores en paro, miles de personas dependientes sin atención, cientos de familias desahuciadas de sus hogares,... ¿qué importa todo eso si se ha conquistado la Copa del Mundo?


Asimismo, hay una noticia a nivel internacional que no quiero dejar pasar de largo por su trascendencia histórica: la reciente boda de la princesa sueca con su entrenador personal, un joven plebeyo. Aristócratas y otros grandes del mundo asisten invitados al evento (incluidos, claro esta, varios miembros de la realeza española) oficiado naturalmente por altos representantes de la Iglesia. Mientras, las clases populares consumen con voracidad todo lo relacionado con el hecho y sus circunstancias (trajes, almuerzos, regalos,…) como si del cuento de Cenicienta/o se tratara (¡es que el novio podría haber sido nuestro hijo!).

Confieso que, aunque tampoco me interesan un pimiento, prefiero las bodas de toreros con folclóricas o de actores con modelos, sobre todo porque las celebran con su dinero, y no con el de los sufridos ciudadanos y contribuyentes. Esto no lo digo gratuitamente: el coste de la boda se cifró en... ¡diez millones de euros! Ya sé que ella, la princesita, como sus regios papás, están ahí por la gracia de Dios (el Señor es a a veces muy gracioso), pero también me consta que ni uno sólo de esos euros ha sido ganado por ella, ni por sus papis, ni por los invitados, ni por los oficiantes, con el sudor de su frente.

A ver si espabilamos o dejamos de mirar para otro lado, pues mientras el mundo lo gobierna un tal Mercado (¿a ese señor quién le ha votado?), nos distraemos alelados y alienados con partidos de fútbol, visitas papales, bodas de cuento de hadas,… esperando que nuestros hijos participen del gran casting nacional para ser artistas, niños prodigio, famosillos de reality-show, políticos corruptos,… en lugar de ciudadanos formados, honrados y solidarios. Y, lo que es peor, asistiendo desmovilizados a la desaparición de los peldaños de libertad, justicia, democracia, derechos civiles,… laboriosa y sacrificadamente escalados por nuestros abuelos, por nuestros padres y por nosotros mismos tras muchos años de lucha.

(Una pincelada de conciencia en este panorama de sombras: las francas y contundentes palabras de Carlos Martínez (en Youtube: parte I, parte II, parte III), presidente de ATTAC-España, entrevistado por Iñaki Gabilondo en CNN+. ¿Qué exige el movimiento social ATTAC? Justicia fiscal, que paguen más los que más tienen, que termine el fraude los paraísos fiscales, que se impongan tasas a los especuladores financieros, que se protejan los servicios y las pensiones públicas... Quizás sea el momento de sumarnos todos a ATTAC, ¿no creen? Pueden hacerlo en http://www.attac.es/)

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