miércoles, 30 de noviembre de 2011

Discurso de aceptación del Premio Luis Romero Solano a la Memoria Histórica

 
[Leído el 16 de noviembre de 2011 en el acto de recepción del premio Luis Romero Solano a la Memoria Histórica, concedido por las Juventudes Socialistas de Extremadura.]
 
Quiero expresar, en primer lugar, mi agradecimiento a quienes han considerado que el trabajo Represión, silencio y olvido. Memoria histórica de Hervás y el Alto Ambroz, y otras aportaciones a la recuperación de la memoria histórica, son merecedores de este reconocimiento.
 
Pero no deseo que este honor lo sea a título personal, sino que recaiga en un trabajo serio, riguroso y honesto en el que conté con muchos colaboradores a los que siempre cito: Alipio “Tabaco”, Vicente “Cazurro”, Alejandro Vázquez, Juan “El Caco”, Antonio “Mariposa”, Lorenzo Gallardo, Ángel “Refugio” y otros, además de Julián Chaves, Víctor Chamorro y Juan Ramón Ferreira. De todos es el intento por recuperar nuestra pequeña historia reciente a nivel comarcal, los nombres de las víctimas y su dignidad silenciada.
 
Personalmente, ya he tenido satisfacciones suficientes, conociendo y tratando a personas extraordinarias, como Justo Jiménez “El Cojo”, Gerardo Antón “Pinto”, Claudio López o Félix García Holgado, presentando el trabajo en Hervás, en Béjar, en el Ateneo Republicano de Valladolid y en Vejer de la Frontera (Cádiz), ante mis antiguos alumnos, homenajeando a las víctimas y a la República en Hervás, Puente del Congosto, Puerto de Béjar y Béjar, y sobre todo, recibiendo las miradas y las palabras de afecto y gratitud por parte de los familiares de los represaliados.
 
Pero hay que ser sincero y crítico: aun reconociendo al gobierno socialista, de José Luis Rodríguez Zapatero, el coraje de haber acometido y aprobado una Ley de Memoria Histórica y algunos logros alcanzados, he de significar que no se han conseguido los objetivos propuestos y deseados por las asociaciones de la Memoria. De hecho, la recuperación de la memoria histórica a nivel institucional está casi paralizada y se vislumbra un futuro poco esperanzador porque se mantiene la ley de punto y final y la impunidad de nuestra amnésica transición.
 
No llega la anulación, a todos los efectos, de juicios y sentencias de los tribunales franquistas. (Es curioso: nos encantan los logros de la justicia en Argentina o Chile, mientras en nuestra casa nadie se atrevería ya a meter mano a estos asuntos a tenor de lo ocurrido a Baltasar Garzón). Debe ser total la responsabilidad del Estado en la exhumación e identificación de las víctimas (y si, demagógicamente se habla de de la crisis y el paro, de la misma manera contestaremos con la corrupción o las visitas papales). Incluso siguen existiendo símbolos, calles, iglesias,… con nombres del Régimen incumpliendo la ley (por ejemplo, la avenida de la Reconquista de Hervás o el nombre del general Franco en la guía telefónica de nuestra localidad. Por cierto, nos alegra la desaparición  de la estatua ecuestre de Queipo de Llano de los jardines del Museo Pérez Comendador-Leroux).
 
Ahora, como no es suficiente el dolor de los familiares, que no han podido visitar nunca a sus difuntos por desconocer su paradero, resulta que para poder retirar los restos del dictador del Valle de los Caídos, como propone la comisión de expertos (convirtiendo el lugar en algo así como en un Museo temático simbólico contra la guerra y por los derechos humanos) hay que pedir permiso a la Iglesia y a la familia del difunto. Permiso denegado, por supuesto. Después de años de gobierno socialista, dejamos el asunto sin resolver y le pasamos el muerto (nunca mejor dicho) a un PP que ya ha dicho que eso no se toca, ni es tema prioritario.
 
Seguiremos escuchando, ahora con más poderío ultraderechista, la misma cantinela: no mirar atrás, no reabrir heridas, callar, olvidar y perdonar. Es decir, olvidar y perdonar un genocidio que nunca ha sido contado, y por el que nadie ha pedido perdón ni mostrado arrepentimiento. Pero todos sabemos que los crímenes contra la humanidad no prescriben.
 
Si callamos y olvidamos no sólo no recuperaremos la dignidad silente de las víctimas sino que, por cobardía, perderemos nuestra dignidad como individuos y como pueblo. Bien están los homenajes, los actos conmemorativos, los honores,…, pero lo verdaderamente importante es la verdad, la justicia, la reparación y, quizá, algún día, la reconciliación. Incluso me atrevo a instar a ir más allá: queremos los restos de los represaliados y recuperar los ideales republicanos de los que dieron su libertad o su vida por ellos.
 
En nombre de ellos y de sus familias, recibo con orgullo este reconocimiento. Gracias. ¡Salud y República!

Vídeo del discurso | Crónica de Europa Press

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